Si hay algo que diferencie al fútbol de la inmensa mayoría de los demás deportes de equipo, es la enorme influencia del factor suerte en el resultado final de cada partido. Dicha influencia aumenta si cabe cuando se trata de enfrentamientos a un solo partido, a ida y vuelta o en fases finales de campeonatos. Dicho factor desaparece prácticamente en los campeonatos ligueros, motivo por el cual puede afirmarse que la influencia del azar en el fútbol es inversamente proporcional a la cantidad de partidos jugados para obtener el objetivo final.
La pérdida del primer partido en la fase de grupos de un Mundial obliga, prácticamente, a ganar los dos siguientes. Esto no es nada difícil cuando hablamos de España; pero hay que hacerlo.
La pérdida del primer partido en la fase de grupos de un Mundial obliga, prácticamente, a ganar los dos siguientes. Esto no es nada difícil cuando hablamos de España; pero hay que hacerlo.
Nos enfrentamos a tres equipos que se han ganado su clasificación igual que nosotros. En sus respectivas fases previas han acreditado un nivel futbolístico suficiente como para complicarle la vida a cualquier otra selección, por buena que sea su trayectoria previa. Y aquí hemos tenido la prueba. El haber ganado una Eurocopa o llevar tropecientos partidos sin vencer no nos otorga ningún punto extra. Hay que pelearlos en el campo de juego.
La roja ha peleado durante todo el partido, pero la maldita influencia de la suerte en el fútbol se ha llevado el gato al agua esta vez. Si el árbitro hubiese pitado ese agarrón en el área, si el fabuloso regate de Piqué dentro del área hubiese obtenido el merecido premio del gol, si el trallazo de Xabi Alonso no hubiese volado tan alto, si, si…
Si la suerte no fuese tan puta esto no sería fútbol, sería balonmano, Grecia nunca habría ganado una Eurocopa e Italia tendría algún Mundial menos de los que tiene.
Hay motivos de sobra para confiar en la capacidad de la selección para remontar esta situación, pero son tantas las ocasiones en las que hemos pasado por esto que es normal caer en el pesimismo. No me da miedo jugar con Honduras, Chile o cualquier otro equipo presente en este Mundial; me da miedo que la maldita suerte nos vuelva a vencer como tantas otras veces.
Creo que, como en los Oscars, habría que darle a la suerte un Mundial honorífico. Se lo merece.